Los daños en los dientes tienen diferentes tipos de tratamientos para repararse, sin embargo, saber cuál escoger depende del diagnóstico, de la sugerencia del profesional y de las necesidades del paciente.
Como en ya casi todos los tratamientos odontológicos, las incrustaciones se pueden realizar con diferentes materiales que devuelven al diente su anatomía, funcionalidad y fisiología, clasificándolas en estéticas, que conjugan resistencia y buena apariencia, pues su material, que generalmente es resina compuesta o porcelana, permite que se adecúen al diente sin que se note la reparación, al tiempo que se ha comprobado que su resistencia de un diente es igual o incluso mayor que la resistencia de un diente íntegro; y metálicas, compuestas principalmente de mercurio y plata.
¿Qué son las incrustaciones de porcelana?
Este tipo de curaciones son una alternativa que requiere un menor desgaste de la estructura dental, al utilizar exclusivamente técnicas adhesivas, a diferencia de las coronas o los implantes dentales. Entre sus ventajas, además de la similitud con la apariencia natural del diente, es la adaptación casi inmediata luego de la cementación, lo que se traduce en un número mínimo de sesiones para colocarlas.
Es necesario que el paciente, acuda al dentista una primera vez para que éste retire la caries del diente afectado. Una vez libre el diente de caries, se colocará una base o “refuerzo” de la base del diente, sobre la que irá la curación, de esta forma, se evitará la fragmentación o fisura de la pieza dental. luego se hará lo mismo con las paredes del diente y se procederá a tomar una “impresión”, es decir, un molde del cual se elaborará la incrustación en un laboratorio. Luego, se colocará un material provisorio para que la pieza no vuelva a ensuciarse ni guarde restos de comida que puedan dañarla hasta la siguiente cita del dentista.
En una segunda sesión, el dentista comprobará que la incrustación elaborada en el laboratorio tiene la forma, color y la adaptación correctas. Si es así, el dentista procederá a eliminar cualquier defecto que haya quedado, para preparar luego la superficie donde será adaptada la prótesis con un proceso de “silanización”, es decir, de aplicación de una sustancia que elimina cualquier óxido o material hidroxilado, para dejar “inerte” la superficie, de manera que nada impida la adhesión entre el diente y el material.
Un siguiente paso será el grabado con ácido, que permitirá al composite para el cementado unirse con la pieza dental, dando firmeza a la prótesis. El composite se coloca, eligiendo el color adecuado que sea lo más parecido al del diente. Por último se seca y pule para que la superficie se adapte al 100% con el resto de la dentadura.
Aunque su costo es más elevado que el de las incrustaciones metálicas, las prótesis de porcelana cuentan con los beneficios de estética y durabilidad, ya que aumentan la resistencia del diente en un 75% y al preservar los diente cariados, evitan la realización de procedimientos más largos, como los implantes, coronas o prótesis completas. Algunas de las piezas que más frecuentemente pierden su condición saludable son los que se ubican en la parte posterior de la boca, es decir, los molares y premolares. Esto debido a que, sin una buena técnica de cepillado, es fácil que se deje acumular sobre ellas placa y bacterias que provocan la aparición de caries. Cuando el mal no se atiende, la caries persiste y profundiza en el diente hasta que lo fisura o fractura, entonces debe realizarse una restauración protésica que, por la extensión del diente, no es conveniente que sean resinas o amalgamas, sino una incrustación.